Esa Colombina puso en sus ojerasHumo de la hogera de su corazon,Aquella marquesa de la risa locaSe pinto la boca por besar a un clown(Siga el Corso, 1927)
La muerte de PierrotYa los celos enfriados en tu pechose despintan en tu mirada bruna.Ya se hundió el fantasma de tu despechobajo los jazmineros de la luna.Ya te purificaste de tu sonsoaspecto. Se cuajó en rictus la risa;tu sonaja del beso en un responsoy en un sudario tu alegre camisa.La borla galante del pleniluniose cayó en la polvera de la muerte.Déjala allí. Tu supremo infortunioenseña que ser trágico es ser fuerte.Pues morir por amar tras de la injuriade amor –qué pródigo y puntual morir–es dormirse con la reina lujuriaen ataúd de escarlata y zafir.Por eso la mujer vibra perfectacon luz y hiel en la sonrisa vaga.Falárica relampagueante y rectaque entró en tu corazón como una daga.Y sensual, vertical, los pies de punta,impura desde la sonrisa al pie,alza al azul tu máscara difuntacon el gesto eterno de Salomé.Rafael López.
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Esa Colombina puso en sus ojeras
Humo de la hogera de su corazon,
Aquella marquesa de la risa loca
Se pinto la boca por besar a un clown
(Siga el Corso, 1927)
La muerte de Pierrot
Ya los celos enfriados en tu pecho
se despintan en tu mirada bruna.
Ya se hundió el fantasma de tu despecho
bajo los jazmineros de la luna.
Ya te purificaste de tu sonso
aspecto. Se cuajó en rictus la risa;
tu sonaja del beso en un responso
y en un sudario tu alegre camisa.
La borla galante del plenilunio
se cayó en la polvera de la muerte.
Déjala allí. Tu supremo infortunio
enseña que ser trágico es ser fuerte.
Pues morir por amar tras de la injuria
de amor –qué pródigo y puntual morir–
es dormirse con la reina lujuria
en ataúd de escarlata y zafir.
Por eso la mujer vibra perfecta
con luz y hiel en la sonrisa vaga.
Falárica relampagueante y recta
que entró en tu corazón como una daga.
Y sensual, vertical, los pies de punta,
impura desde la sonrisa al pie,
alza al azul tu máscara difunta
con el gesto eterno de Salomé.
Rafael López.
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